Por Néstor Tato


En este artículo intento destacar en toda su dimensión la diferencia que Silo hacía entre las
actitudes que se tiene en las relaciones personales (de corto alcance) y las que se tiene ante los
problemas sociales, que apuntan a influir en conjuntos humanos. Hoy suena raro establecer una
diferencia entre siloismo y humanismo, pero creo que se puede captar, en todo caso, las dos
direcciones mentales que se intenta destacar, más acá de lo cuestionable que pueda ser la elección
de los vocablos.

“si alguien nos exigiera definir la actitud humanista en el momento actual le
responderíamos en pocas palabras que ‘humanista es todo aquel que lucha contra la
discriminación y la violencia, proponiendo salidas para que se manifieste la libertad de
elección del ser humano”.
“Muchos defectos morales atribuidos a personas de actitud humanista no tienen que ver
con su posición frente a la sociedad o la ciencia sino con su tesitura de seres humanos
enfrentados al dolor y el sufrimiento.”
Ambas citas pertenecen al parágrafo final de “Qué entendemos por Humanismo Universalista”, en Habla Silo,
Obras Completas I.
En estos tiempos de libre interpretación me atrevo a compartir las consideraciones (más bien, en términos
vivenciales, el terremoto interno) que despertaron estas dos frases.
Las encontré mientras trataba de aclararme qué cosa era la no-violencia (o la violencia, que es lo mismo para
el caso) para Silo.
Y todo aquello que era un bloque monolítico de comprensión doctrinaria, toda una visión de la vida, de las
vidas de los demás y de nuestras relaciones; toda una vida (la mía) de considerar y juzgar desde un
emplazamiento determinado (el cristiano, so color de siloísmo o ¿acaso no hablan ellos también de no hacerle
a otros lo que no quiero que me hagan?) la conducta de todos (yo incluído, claro); todo lo que yo había creído
entender que era la Doctrina aplicada, se partió en dos.
Como en una especie de Apocalipsis interno se separaron los cielos de la tierra, lo que estaba unido se dividió
y todo el resto se reorganizó en una nueva visión que sigue produciendo sus reacomodaciones internas. No
puedo decir que haya sido una revelación, pero que un rayo partió mi mirada…
Siempre tuve problemas con el verbo luchar cuando aparece con la no-violencia como
contexto.
No entendía porqué discriminación y no-violencia estaban mencionadas por separado,
dado que la conjunción “y” no implica igualdad, más bien hace evidente la diferencia.
La teoría de la libertad de elección nunca me trajo problemas. Toda teoría es inocua.
Mientras no se pretenda ver cómo es en la práctica.
La incógnita del ser humano también se me planteó bajo una nueva visión, pero ya es
harina de otro costal.
Pero todo esto es teórico y no puede tener más que resonancias conceptuales. El
problema fue con el juicio concreto, con la aplicación de esta actitud en ese juicio que
cito después de la definición que da Silo, aunque en el texto referido esté unas líneas más
arriba.
Eso de los “defectos morales” y la “tesitura de seres humanos enfrentados al dolor y el
sufrimiento”.
Eso me partió por el eje. Y me hizo sentir que no me alcanzará lo que me resta de vida
para reparar (internamente, claro) la larga lista de enjuiciamientos y condenas vertidas a
lo largo de lo que ya viví. El tan cristiano y aparentemente solidario “cuidado del otro”
para que no incurra o se salve del pecado; el enjuiciamiento de sí y de los demás en lo
personal, realizado en términos de conductas ideales; el reclamar el trato que quiero que
me den, más que ocuparme en conocer qué trato quiero que me den. En suma, la
confusión en mi tesitura de ser humano enfrentado con mi dolor y mi sufrimiento, se me
hizo patente.

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